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Un niño hiperactivo requiere un enfoque especial y paciencia.

Qué significa tener un niño "hiperactivo" y cómo manejarlo con sensibilidad

La energía infantil a veces es contagiosa: saltos desde el sofá, giros sobre su propio eje, preguntas interminables y risas que llenan todo el apartamento. Pero, ¿qué pasa si parece que hay más movimiento, sonidos e impulsividad de lo habitual? La pregunta "¿tenemos un niño hiperactivo en casa?" comienza a rondar en la mente ya en la etapa de los primeros años, a veces incluso antes, cuando la madre describe cómo el niño se movía incansablemente en su vientre.

Cuando la inquietud supera el límite de lo normal

Cada niño es diferente. Algunos son más tranquilos, otros más vivaces, y otros necesitan estímulo constante. Por eso no es fácil decir de inmediato cuándo se trata de un temperamento normal y cuándo podría ser hiperactividad. Especialmente en la edad temprana, como alrededor de los dos años, el diagnóstico es complicado: los niños todavía están aprendiendo a controlar su comportamiento, emociones y atención.

Sin embargo, existen ciertos síntomas de un niño hiperactivo que pueden sugerir a los padres que sería conveniente consultar con un especialista. Entre los signos típicos se encuentran:

  • Desatención significativa: el niño no puede concentrarse ni por un breve período, cambia rápidamente de una actividad a otra.
  • Incapacidad para estar sentado en calma incluso en actividades que le gustan.
  • Impulsividad: actúa sin pensar, interrumpe en las conversaciones, no espera su turno.
  • Frecuentes interrupciones a adultos y niños, intervención en los juegos de otros.
  • Explosividad, problemas para regular emociones, frecuentes ataques de ira o llanto.

Es importante darse cuenta de que estos signos también pueden presentarse en niños sanos y activos. El factor clave suele ser el grado y el impacto en la vida diaria, es decir, si el comportamiento del niño interrumpe significativamente sus relaciones, aprendizaje o vida familiar.

¿Primeras señales ya en el embarazo?

Muchas mujeres describen haber sentido que su hijo era "inquieto ya en el vientre". Aunque estas percepciones subjetivas no son un criterio diagnóstico, varias investigaciones sugieren que el movimiento excesivo del feto puede ser un indicador temprano de mayor actividad del niño después del nacimiento. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Developmental Psychobiology señala que la frecuencia de los movimientos fetales puede correlacionarse con el temperamento del lactante, incluyendo reactividad aumentada y actividad motora.

Sin embargo, esto no significa que cada "alboroto" en el vientre deba predecir TDAH. Un feto activo suele ser una señal de desarrollo saludable. No obstante, la imprevisibilidad e intensidad marcada de los movimientos puede ser una de las piezas del rompecabezas de señales tempranas que vale la pena observar con el tiempo.

Cuando el niño de dos años no se detiene

Quizás los padres noten que ya el niño hiperactivo de dos años no puede entretenerse con un juguete por más de unos segundos, corre constantemente, tira cosas, trepa por todos lados, y al intentar una actividad más tranquila o leer un cuento, instintivamente se escapa. Este comportamiento puede ser desafiante tanto para los padres como para el propio niño, que no puede canalizar su energía.

En esta edad no es posible diagnosticar con certeza TDAH; el desarrollo del cerebro infantil está en pleno apogeo y muchos de estos comportamientos pueden desaparecer para los tres años. Aun así, es bueno observar los patrones de comportamiento, hablar con el pediatra y posiblemente comenzar con métodos simples que ayuden al niño a calmarse y regular sus impulsos.

Cómo calmar a un niño hiperactivo sin gritos ni castigos

Todo padre lo sabe: cuando un niño está enfadado, decirle "cálmate" suele funcionar igual que pedirle a las olas que dejen de moverse. Y precisamente en los niños que son naturalmente activos e impulsivos, es extremadamente importante centrarse en proporcionar un entorno donde puedan orientarse, calmarse y aprender gradualmente a manejar su cuerpo y emociones.

La base es una estructura diaria y cierta previsibilidad. Cuando el niño sabe qué le espera durante el día, no se estresa tan fácilmente. Esta estabilidad le ayuda a sentirse más seguro, ya sea un horario regular de comidas, sueño o juego. La claridad y la rutina hacen maravillas, especialmente en los niños que tienen energía de sobra. Esto también se confirma en un artículo sobre cómo manejar el estrés, que puedes encontrar aquí.


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Puede que te sorprenda, pero el movimiento no es enemigo, al contrario. No se trata de "cansar" a los niños, sino de ofrecerles movimiento significativo. Saltar en una cama elástica, trepar por una cuerda o simplemente caminar por el bosque a menudo funciona de maravilla. Los niños no solo descargan energía extra, sino que también mejoran su motricidad y aprenden a percibir su cuerpo. Y puedes intentar también yoga para niños; será divertido para todos.

Cuando el niño ya está en pleno torbellino emocional, es bueno tener en casa su "lugar de calma". Algún rincón cómodo con almohadas, libros o incluso una caja de arena zen puede ser un refugio eficaz. Y qué decir de los ejercicios de respiración, como soplar una pluma o burbujas. Técnicas simples que tienen un poder real para calmar al niño.

La alimentación también juega un papel. Algunos niños son sensibles a colorantes artificiales, azúcares o conservantes, que pueden "agitar" innecesariamente su sistema nervioso. Una dieta saludable basada en proteínas, vegetales y ácidos grasos omega-3 ayuda a mantener la energía más equilibrada. Echa un vistazo a más información sobre omega-3.

Y finalmente, la empatía y la paciencia son clave. Es importante darse cuenta de que algunos comportamientos no son intencionados, sino el resultado de una fase de desarrollo. El cerebro de los niños aún no está lo suficientemente maduro para manejar el autocontrol como desearíamos. Como dice la psicóloga Dra. Laura Markham: "Los niños no se portan mal porque quieran. Se portan así porque aún no saben hacerlo mejor." Y depende de nosotros, los adultos, mostrarles el camino, con paciencia y comprensión.

No estamos solos

Todo padre que enfrenta el torbellino diario con un niño muy activo conoce los sentimientos de agotamiento, frustración, pero también de amor inmenso. Ayuda saber que no estás solo en esto. Existen grupos de apoyo, especialistas en desarrollo infantil y también centros comunitarios donde los niños pueden desahogarse en un entorno estructurado y los padres encontrar comprensión e inspiración.

Un ejemplo es la historia de la Sra. Monika de Brno, cuyo hijo de dos años fue descrito como "incontrolable" incluso en la guardería. Después de consultar con un psicólogo infantil e implementar una rutina diaria predecible, actividad física regular y técnicas de relajación breves, la situación se calmó gradualmente. "No cambió de la noche a la mañana", dice, "pero de repente ambos nos esperábamos más con ilusión. Y eso fue lo más importante."

La hiperactividad no es el fin del mundo, sino un desafío que se puede manejar con paciencia, comprensión y guía amable. Se trata de encontrar un equilibrio entre respetar el temperamento del niño y guiarlo hacia formas más tranquilas de autoexpresión.

Y al final, no todos los niños activos son hiperactivos. Pero todos los niños necesitan comprensión.

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